Índice [Ocultar]
Vivimos tiempos demasiado llenos de contenido, tanto que tenemos que filtrar todo lo que llega ante nuestros ojos varias veces al día para no volvernos locos. Hace un par de décadas, si tenías un libro en tu poder lo exprimías hasta la última página, cualquier video se hacía viral y te encantaba compartirlo. Ahora, fácilmente un 50% de los libros que tienes permanecen sin leer. Delante de ti pasan cada día cientos de artículos, de videos, de fotografías que en otro tiempo te hubieran parecido sorprendentes, ahora pasan de largo. Perder la atención es una de las consecuencias que pagamos por ello…
Hace tan sólo 7 años veíamos a Matt bailar por todo el mundo y nos parecía tremendamente fascinante (hoy en día me lo sigue pareciendo, es uno de esos videos que te alegran el día), lo compartíamos hasta la saciedad por email con nuestros amigos y conocidos. Ahora va por los 48millones de visitas. Sin embargo, si viéramos el video de Matt en primicia nos parecería uno más de esos videos virales que llenan tu muro de Facebook y a los que ya no haces demasiado caso. Seguro que no lo compartes…
Si no viste a Matt en el 2008, todavía puedes hacerlo hoy. Mira el video o clicka aquí
La cuestión es que todo se está banalizando, porque cada vez perdemos más nuestra atención, ante tanto impacto, nuestro cerebro se protege, decide qué es lo realmente relevante y qué no. Uno podría estarse mirando todo el día cosas interesantes, leyendo artículos geniales y viendo videos muy emotivos, pero no haría nada más.
Dice un dicho popular «Lo poco agrada, lo mucho cansa», así ocurre con nuestra atención estos días.
Recuerdo cuando tenía cuatro o cinco años, como releía varias veces a uno de esos comics formato libro de Super Humor que tenían las aventuras de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, y otros. Manoseados, sin tapa, con algunas páginas rotas, pero año tras año me seguían pareciendo interesantes. Hoy en día la mayoría de los libros de mi estantería están nuevos, sólo pasaron por mis manos una vez (con suerte) y los dejé de nuevo allí, intactos, pronto regalaré muchos de ellos, creo que sólo volveré a releer uno o dos siendo realista.
Ahora los libros que leo son en formato ebook, ni siquiera me interesa guardarlos, los pago por un sólo uso, sé que no los volveré a leer.
Desgraciadamente nuestra atención desciende, se mengua, cada vez es menor. Si ahora te pidiera que cerraras los ojos y contaras diez respiraciones profundas, lo más probable es que no llegaras ni a siete.
Pruébalo, y cuenta el número de pensamientos que abordan tu mente en ese tiempo.
Al poco tiempo, habran aparecido en tu mente, imágenes, voces, sonidos, preguntas, otras distracciones relacionadas con todo lo que hay por hacer, lo que no has hecho, distracciones al fin, interrupciones de tu atención. Somos nuestra atención y sin ella estamos perdidos, pues no viviremos el presente.
Me preocupa que perdamos el nivel de concentración, y me preocupa más todavía que sean los niños quienes lo pierden. Dicen que la hiperactividad de muchos niños es un problema de siempre, notablemente acentuado en nuestros días, ya puedes imaginar de dónde viene…
Impactos, muchos impactos sufren los cerebros de nuestros hijos en sus primeros años de vida ¿se puede limitar todo esto?,
¿Podríamos dar a nuestros hijos un presente más tranquilo para que tengan un futuro más pleno?
Muchos centros comerciales (no me verás en uno de ellos, y menos en fin de semana) me recuerdan a esas granjas de cria de conejos, en los que ponen música Techno a todo volumen y luces parpadeantes para que estos acaben desarrollando unos músculos tensos y así gusten a aquellos que los compran para hacer la paella del domingo. Las clases de spinning son muy parecidas a esas granjas de conejos, para qué nos vamos a engañar… somos curiosos los humanos.
Parecemos a esos pobres conejos en esa granja, llenos de impactos, incapaces de pararnos a pensar con claridad, reflexionar tranquilamente, poder mantener nuestro estado de atención durante un tiempo. Muchos resisten, otros se acurrucan en una esquina queriendo desaparecer y con la sensación de que este mundo no está hecho para ellos.
Me preocupan esas personas, las que no se adaptan, las que se aislan, las que piensan que el mundo les ha dejado de lado…
Nos hacen perder la atención:
- El exceso de tareas. Hemos multiplicado por dos nuestras tareas en los últimos diez años. Estresarse es hoy más fácil que nunca. Destacar es complicado y marcar una diferencia es un premio que se paga con mucho trabajo.
- Ansiar la perfección. Cuando somos muy perfeccionistas no podemos dejar las cosas a medias o según un estándar de calidad que nos parezca inapropiado. De esta forma, ocupamos mucho tiempo en acabar y finalizar, sin tomar conciencia de que ese tiempo se lo robamos a otras partes de nuestra vida: personal, cuidado físico, hijos, pareja…
- La mentalidad muy austera. El exceso de austeridad en nuestras empresas (y también en nuestras vidas) hace que no queramos invertir recursos en que otros hagan cosas por nosotros. De esta forma, acabamos haciéndolo todo, sin delegar lo que menos valor aporta a tu trabajo o a tu vida.
- Todos los avisos automáticos innecesarios que tienes en tu teléfono móvil o en tu pc.
- Todas las campañas de marketing que se lanzan cada día por múltiples canales y que te hacen recibir miles de impactos cada día sobre otras empresas, marcas, productos…
- …
El otro día un alumno de un seminario dijo una frase que parece fascinante: «Vamos a sentarnos para sentirnos». Quizás sea lo que nos hace falta, sentir más.
Que tengas un gran día
SUSCRÍBETE A MI NEWSLETTER
y recibe nuevas herramientas y recursos