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Buenos días, ¿Cómo estás? Yo ando por Barcelona, me vine anoche para estar un par de días por aquí trabajando para Key Account Managers de una multinacional. Me he despertado pensando en lo mucho que nos cuesta conseguir nuestros objetivos, y en lo fácil que es a veces tirar la toalla. Para evitarlo, pienso que aquel dicho de «quemar las naves» es más que acertado…
La frase se le atribuye a Hernán Cortés en el 1519, en la conquista de México. Propuso a sus hombres quemar los barcos para así no dejar camino de vuelta posible. O vamos hacia adelante o vamos hacia adelante, no hay vuelta atrás.
Pienso que en la vida en muchas ocasiones tenemos que hacer algo parecido, redoblar la apuesta y quemar toda esperanza de vuelta atrás o salida fácil. He tenido la ocasión de comprobarlo en varias ocasiones, la última hace 4 años.
En el 2012, después de unos años sin tocar la bici, me tracé la ruta Madrid-Valencia por camino de montaña, unos 400kms que recorrería en 4 días. El primer día salí tarde porque fui en AVE desde Valencia, recogí la bici y empecé la ruta a eso de las 10:00 de la mañana ¡Con lo que a mi me gusta empezar temprano!
La cuestión es que ese primer día recorrí los primeros 104kms en muchas horas de pedaleo, llegando a Tarancón con una pájara de tres pares de narices. Los últimos 5 kms los recorrí prácticamente arrastras.
Lo que no acabé de entender es mi ingenuidad, por hacer este viaje aparentemente fácil, sin haber recorrido ni tan siquiera 100kms acumulados en los últimos 6 meses. Cosas que tiene uno, que cuando le da por algo se encabezona.
Al día siguiente tenía que continuar, pero ni el tiempo era el mejor (había una borrasca por la península), ni mi estado de ánimo muy positivo. La cuestión es que desde Tarancón a Valencia hay un tren regional que es una maravilla, que en 4 horas me dejaría en casa. Así lo hice, me vi más que seducido por ese tren.
La cuestión es que fallé en mi intento, y aprendí ese día, que si no hubiera habido un camino alternativo de vuelta, seguro que habría acabado mi ruta tal y como estaba planificada. Por eso creo en la importancia de quemar las naves, de apostar por algo con una fe ciega en que vas a conseguirlo.
Si dejas una puerta abierta, es posible que te autosabotees a ti mismo/a.
Es posible que tú también sepas que muchos de los retos que enfrentas no tienen que tener un camino de salida, una posibilidad de marcha atrás.
El hecho de que no haya una salida alternativa es lo que hace que nos pongamos a pelear con uñas y dientes. Por eso, en ocasiones hay que quemar las naves.
La determinación es algo que se hecha en falta en muchas personas. Pero no siempre existe determinación, porque tienen las espaldas demasiado cubiertas, muchas alternativas posibles.
Pero lo admirable son esas personas que no tenían otra alternativa que hacerlo bien, que triunfar, que tener éxito.
Muchos empresarios/as de nuestro país se han hecho a sí mismos/as y creado sin darse cuenta grandes proyectos, porque no tenían otra opción que alimentar a los suyos. Muchos/as profesionales han tenido éxito en su trabajo porque no había un camino alternativo, porque había que llevar un pedazo de pan a la boca de los que esperaban en casa.
Muchos de nosotros hemos quemado las naves en más de una ocasión…
En ocasiones, quizás nos cubramos demasiado las espaldas, dejemos demasiadas puertas abiertas por si acaso, actuemos con miedo, cautela, demasiado respeto… Y cuando lo hacemos, como me ocurrió a mi en el 2012, tomamos el camino más corto de vuelta a casa. Lección aprendida.
Que tengas un gran día.
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