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Nuestro día a día profesional nos obliga a cambiar continuamente, a caminar sobre la incertidumbre, a construir el puente a medida que avanzamos sobre él. La variedad de tareas es uno de los cinco factores motivacionales de un trabajo según Hackman y Oldham (1968, ya ha llovido desde que postularon esto) pero hay puestos de trabajo en los que la diversidad de tareas es tan grande, que la incomodidad y la ansiedad fruto de estar haciendo algo nuevo y por lo tanto desconocido son constantes.
PORQUE NOS CUESTA CAMBIAR
Creo que nuestra capacidad de cambiar se puede entrenar, pero también sé que hay una parte temperamental y por lo tanto genética en cada uno de nosotros, que nos condiciona a que abracemos el cambio o que huyamos de él. Aunque con algo de visión constructivista, prefiero pensar que «casi todo» es un constructo fruto de nuestros hábitos, creencias y actitudes ante la vida.
Cambiar está de moda, si el cambio fuera una marca «Cambio Ltd.» su salida a bolsa sería expectacular. Habrás asistido a unas cuantas conferencias, y escuchado a cientos de gurús hablar de la necesidad de cambiar. Cambiar es muy fácil cuando tiene que cambiar el otro.
Seguro que has escuchado unas cuantas veces aquello de:
- «No puedes obtener nuevos resultados haciendo siempre lo mismo»
- «O te aclimatas o te aclimueres…»
- «Sé tu el cambio que quieres ver en el mundo…»
- …
Cambiar tiene aspectos muy positivos, pero cuando algo se pone de moda corremos el peligro de idolatrar, de hacer demasiado grande una idea o un término. Con vuestro permiso no me voy a centrar en cómo cambiar, sino en porque nos cuesta cambiar. Soluciones para otro día.
- Lo peor de cambiar es que dejas atrás una parte de ti (lo mejor es que abrazas algo nuevo que no conocías)
- Al cambiar vas a vivir incertidumbre, porque estarás pisando sobre terreno desconocido (y lo sabes), por eso no quieres adentrarte en aguas pantanosas… ¿me equivoco?
- Que tú cambies obliga a los que te rodean a hacer también un cambio. La influencia de la tribu ocurre en las dos direcciones, de ellos hacia ti y viceversa. Así que es fácil que también la misma tribu te diga aquello de «no cambies, ¿para qué?«
- Al cambiar sales de tu zona de confort. Es como salir de la cama a las 6:30am, o tener que interrumpir una siesta de sábado en el sofá. A pocas personas les gusta.
- Para cambiar hay que hacer un esfuerzo considerable. Es muy difícil vencer a la inercia, y sólo se consigue con determinación y voluntad por cambiar. ¿Crees que todo el mundo está dispuesto a hacer ese esfuerzo? (a las pruebas me remito)
- Nuestra intención de cambiar se ve saboteada por nuestra costumbre de procrastinar, «Hoy es viernes, un mal día para cambiar»
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