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Vivimos en una sociedad en la que hay una excesiva valoración del éxito, nos sentimos muy atraídos por historias de personas y empresas que han innovado mucho, crecido mucho, ganado mucho dinero, multiplicado sus ingresos, etc… Existe quizás una sobrevaloración del éxito, y al tiempo que esto ocurre una minusvaloración del fracaso. La gestión del fracaso se vuelve un tema fundamental cuando sólo un pequeño porcentaje de personas y empresas logran ese éxito que todos admiramos. Pensé en escribir este post después de un comentario de Miguel Ángel García en otro artículo sobre el crecimiento orgánico (gracias por la inspiración Miguel Ángel).
Siempre que escucho historias de éxito, no puedo evitar preguntarme ¿Y qué pasa con los que no han tenido éxito? ¿No son también merecedores de admiración y reconocimiento?
Hace unos meses hablando con Dolores Cortes (una de las protagonistas de mi próximo libro junto a Luís Bassat, Quique Dacosta, El Brujo y otros) me decía que todos somos iguales en dignidad. Hablábamos sobre el liderazgo y las estructuras de poder en las empresas y de cómo los líderes en muchas ocasiones creen estar en un escalón humano diferente al resto de la plantilla. Si todos somos iguales en dignidad,
«¿Por qué sobrevaloramos tanto a los que han tenido éxito?»
No nos damos cuenta de que hacer una valoración tan alta es hacer una minusvaloración de los que no lo tienen. Quizás nos falta un poco de humildad, todos vamos detrás del sueño americano «cuanto más mejor, no importa el precio que pagues por ello». Persiguiendo la felicidad en un lugar en el que no se esconde.
La gestión del fracaso es un tema clave, que se debería de enseñar en las escuelas. Tendemos a pensar en éxito o fracaso como lugares que son para siempre, a los que llegas y te quedas en ellos, sin tomar conciencia de que éxito y fracaso son sólo estaciones de un mismo recorrido en tren. Dime dónde estás hoy y te diré dónde puedes estar mañana. Pocas personas tienen éxito durante toda su vida, en todas las facetas de su vida. Y también pocas personas fracasan durante toda su vida en todas las facetas de su vida.
¿Cómo se puede hacer gestión del fracaso en una sociedad que sólo mira al que triunfa?
- Empezando a valorar a la persona, a lo humano. Más allá de sus logros.
- Tomando conciencia de que el fracaso es una experiencia muy profunda y que puede ser transcendental, nos conecta con lo efímeros que somos y con una humildad que muchas veces perdemos.
- Sabiendo «sostenernos» a nosotros mismos cuando hemos fracasado. No culparnos, no autocastigarnos, sabernos merecedores de la misma dignidad tengamos éxito o hayamos fracasado.
- Invitando a la persona que fracasa a contar su historia, a expresar sus sentimientos y emociones, a salir del agujero en el que se ha metido (especialmente si la sociedad en la que vive estigmatiza el fracaso)
- Sabiendo que no hay fracaso, sólo feedback. Es decir que si algo no ha salido como queríamos, no nos tenemos que hundir en la miseria. Es una buena oportunidad para aprender y hacerlo diferente la próxima vez.
- Sabiendo que las mejores etapas de la vida vienen después de grandes fracasos. Cuando metas la pata (hasta el fondo), exagerándolo un poco piensa «¡Salir de esta va a ser apasionante!«
Recuerdo una frase que decía «No valoramos los resultados, valoramos el esfuerzo. Un esfuerzo muy grande tiene una valoración muy grande». Quizás un paso intermedio en la mejora de nuestra gestión del fracaso sea empezar a valorar más el esfuerzo, y no tanto el éxito.
En fin, reflexiones de una mañana pre-primaveral, que tengas un gran día.
¿Qué opinas tú de la gestión del fracaso?
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