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No deja de llamarme la atención la cantidad de emociones que sentimos los seres humanos, y lo analfabetos que somos al relacionarnos con ellas. Uno no deja de vivir emociones a lo largo de su vida, cada día, cada semana… Gestionar las emociones no es tarea fácil, especialmente cuando casi todo el sistema que habitas está pensado para suprimirlas a través de la compra de un nuevo producto o servicio…
Todos tenemos un corazón, un gran corazón que también es parte de nosotros, un corazón que se encoje cuando ocurre algo que nos provoca dolor, un corazón que se agita cuando sentimos miedo, sentimos 3.000 millones de latidos a lo largo de nuestras vidas ¿los sientes?, ¿escuchas a tu corazón? En realidad nuestras emociones no están únicamente en el corazón, están en todo nuestro cuerpo. Pero hemos querido reducirlas a un solo lugar para que no provoquen ningún problema. “Ése no tiene corazón” o “tiene un gran corazón”, son expresiones comunes dentro de nuestra cultura.
Hay tanta gente sin corazón que (aparentemente) tiene éxito que uno tendría que dudar de la valía de tenerlo.
Hoy también vuelo, viajo en avión y el avión da cierto tiempo para pensar, para mirar a las caras de la gente y en consecuencia para sentir emociones. Algo que habitualmente hacen cada día aquellos commuters que se mueven en tren, autobús o metro hacia sus lugares de trabajo yo lo hago de uvas a peras… Mi medio de transporte principal es el coche, o el avión y en algunos casos el tren. Creo que las caras de la gente dicen mucho, me gusta mirarlas.
Al lado de mi hay unos niños que juegan, creo que son hermanos, niño y niña. Los niños saben vivir las emociones como nadie, no las reprimen. Los adultos nos vamos creando una coraza, coraza emocional podríamos llamarla. Algo así como “necesito ser fuerte para que no me vean sentir y sufrir, por eso me voy a poner una pequeña máscara que no hará daño a nadie…”.
Sin embargo, no nos damos cuenta de que en realidad sí que hace daño, a nosotros mismos. Con el paso del tiempo todas las emociones reprimidas acaban pasando factura, en forma de problemas con las relaciones, enfermedades e infelicidad.
Tendríamos que crear más espacios para sentir, para notar las emociones, nos viene haciendo falta. No para hablar de ellas y racionalizarlas.
Estoy bastante aburrido de la cantidad de formadores y conferenciantes que hablan de inteligencia emocional sin brillo en la mirada, sin lograr que los que escuchan sientan algo…
Gestionar las emociones sin suprimirlas
Hace unos años escuchaba a un señor con corbata hablar de inteligencia emocional, aparentemente era una eminencia en este campo, pero lo hacía como si fuera un cerebro con patas. Tuve ganas de llorar, pero no por lo que me transmitía esta persona en cuestión, sino por la cantidad de personas que, confundidas, creerían que las emociones se podrían gestionar de esa forma, como quien lee un cartón del bingo.
En inteligencia emocional tal y como se está explicando lo que sobra son conocimientos, y lo que falta son sentimientos. Quizás ese sea el problema que se «explica», pero no se «siente». Me valen de poco los estudios científicos y los doctorados en inteligencia emocional, más bien de nada. Es algo así como un doctorado en ser buena madre o buen padre ¿tiene sentido?
Ahora que vivimos en la era de los bits, algo es 0 o 1, encendido o apagado, no existe término medio, es difícil creer que las emociones van a más.
Precisamente lo que se echa en falta es riqueza emocional, capacidad de empatizar, de sentir, de aceptar, de sostener el dolor, el tuyo y el mío.
El otro día leía que los años los que vivimos en la actualidad son los años con más soledad. Estamos hiperconectados a miles de relaciones con un valor próximo a cero. Nos sentimos más solos que nunca.
Tenemos a nuestra disposición miles de formas de estar conectados a otros, pero en realidad nos sentimos solos. Y quizás sea el motivo por el que miramos tanto la pantalla del smartphone.
La tecnología, en el tema emocional, de momento sólo ha venido a hacer negocio. Hay un software que hace reconocimiento facial de emociones en las reuniones de trabajo. De esta forma uno puede saber cómo se encuentra el equipo, el compañero, etc… ¡Pero es que acaso no sabes cómo se encuentran los demás mirándolos a los ojos! ¿dónde te has dejado la empatía? (sin ánimo de menospreciar a los que utilizan dicho software).
Si necesitas un software para reconocer la tristeza, el enfado o el miedo en los ojos de otra persona, es que algo no va bien en ti.
¿Hemos perdido nuestra sensibilidad interpersonal?
Y en este lugar del mundo tan hiperconectado y racional te encuentras tú, y me encuentro yo. Somos un nosotros. Thich Nhat Hanh diría «Intersomos».
Somos ese «nosotros» que necesita sentir para saberse vivo, para tener sentido. No nos aislemos, compartamos emociones, es lo que nos viene haciendo falta.
Hay quien habla de gestionar emociones e incluso de eliminarlas. Yo creo que nuestro acercamiento a las emociones tiene que ser más amigable, más comprensivo. Pocas personas hablan de aceptar o de sostener las emociones.
Cuando algo triste ocurre (la pérdida de un ser querido por ejemplo) es muy típico escuchar “tranquilo, todo pasará”, “ya verás como mañana te sientes mejor”… pero pocas personas te dirán “Puedo sentir tu tristeza. Es tan doloroso para ti lo que estás pasando”.
Nos centramos en la solución y nos olvidamos de sentir.
Me preocupa más todavía la supresión de emociones que hacen algunos padres con sus hijos, desde que son pequeños hasta que son más mayores, impidiendo que puedan transitar por el rico y abundante territorio de los sentimientos, y por lo tanto siendo seres humanos más completos. El problema viene de atrás, de no haber incluido a las emociones en la agenda, del pienso luego existo de Descartes, del “no llores niño…”
Por eso me da mucho miedo escuchar a las personas hablar de gestión de las emociones (que no digo que no se pueda hacer algo de gestión), porque muchos cuando hablan de gestión quieren decir otra cosa…
Pero si no vives tú tristeza, ¿quién la vivirá?, ¿hasta cuánto tiempo la vas a evitar? Así ocurre con el miedo y también con la rabia… Con la única emoción que no tenemos ningún problema (generalmente) es con la alegría, porque es una emoción bien vista, no está en la lista negra de cosas non-gratas.
Así que hoy yo te quiero invitar a hacer algo antes de gestionar las emociones, siéntelas. Siéntelas, las tuyas y las del otro. Sólo tienes que mirar a los ojos de la gente para saber cómo se sienten, es tan fácil conectar con los demás si queremos. He llorado en más de una ocasión al mirar a los ojos de la gente, se transmite tanto con una mirada.
Bueno, te dejo con un video que nos invita a soñar del crack Alberto es Feliz
Que tengas un gran día.
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