Entrevista a Ignacio Dean: La vuelta al mundo… ¡a pie!

la vuelta al mundo a pie

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Conocí a Ignacio Dean cuando lo vi aparecer en el programa de TV de Jesús Cárdenas «Hora Punta», cerca de las 22:15. A esas horas ya estaba a punto de irme a dormir, pero al oír hablar de su hazaña, pedí una muestra gratuita de su libro «Libre y Salvaje» a Kindle y a los 10 minutos, sin apenas acabarla, decidí comprar su libro pensando:  “éste será mi libro para las próximas semanas”. 

Seguramente muchos de vosotros sepáis quién es, lo que ha hecho y lo que ha vivido. Sin embargo, me parece un buen momento para acercarnos más a su experiencia, a sus aprendizajes que con tanta generosidad comparte al haber aceptado esta entrevista. Testimonios como el suyo no se tienen todos los días de primera mano…

Entrevista a Ignacio Dean

Ignacio, has dado la vuelta al mundo a pie durante tres años empujando un carrito de aluminio en el que llevabas todo lo necesario, con un presupuesto muy, muy bajo, y durmiendo en una pequeña tienda de campaña cada noche…
¿Cómo se puede cumplir un objetivo tan ambicioso? 

Con convicción, fuerza, ilusión, determinación. Tenía el sentimiento de que este viaje era inevitable, algo que me estaba esperando desde siempre. Hay un proverbio que dice: “Cuando quieres algo encuentras un medio, cuando no quieres hacer nada encuentras una excusa”. Yo creía en mí, en este proyecto y en que paso a paso lo iría materializando. Obviamente, detrás hay mucha planificación, saber vivir con poco, un gusto por la novedad y la incertidumbre, conocer el mundo en que vivimos y la inestimable ayuda de la gente.

ignacio dean vuelta al mundo

¿Qué es lo más importante que has aprendido globalmente sobre esta experiencia?

En primer lugar, aprendes conocimientos técnicos para sobrevivir en diferentes ecosistemas además del valioso bagaje que deja un viaje así: cultura, geografía, historia, gastronomía. He podido documentar el estado medioambiental de los países que he ido atravesando.

En segundo lugar, me he dado cuenta de que el planeta Tierra no es tan grande: yo lo he recorrido con mis pies, lo he visto con mis ojos, sé lo que cuesta llegar hasta Australia caminando y regresar por el otro lado.

Tengo una noción de las dimensiones del planeta y puedo decir que no es tan grande, razón de más para cuidarlo.

También he aprendido que la mayoría de la Humanidad es buena, más allá de su nacionalidad o religión. He atravesado países budistas, musulmanes, hindúes, cristianos y en todos me han tendido una mano. Viajar a pie es el medio de trasporte más lento y expuesto que existe, si la gente fuera mala no habría llegado ni a Francia. Recibes una verdadera lección de humildad cuando gente que tiene muy poco lo comparte todo contigo y, encima, con una sonrisa. Yo he estado 3 años viviendo con lo que cabe en un carrito, lavando mi ropa a mano, durmiendo en el suelo de una tienda de campaña y duchándome con agua fría si la había. Cuando regresas de nuevo a tu país aprecias todo muchísimo más.

Seguro que en tu retina quedan guardados muchos recuerdos que nunca podrás olvidar. ¿Qué momento te marcó más de todo el viaje? 

Por supuesto, el día que daba mis primeros pasos en el kilómetro 0 de la puerta del Sol y el día que, tres años después, regresaba al mismo lugar por la calle contraria tras «circunnavegar» el globo terráqueo con mis pies.

Luego, en esos tres años hay miles de momentos y experiencias únicas e indescriptibles, como cuando estuve frente a un rinoceronte salvaje en las junglas de Nepal. La frontera entre Armenia e Irán donde estuve a punto de acabar en prisión acusado de espionaje por unas fotos. Cuando presencié un atentado terrorista en la capital de Bangladesh…

¿Qué tres paisajes por los que tú has pasado a pie, dirías que un ser humano los tiene que ver sí o sí? Casi que mejor diría sentir, porque para verlos ya está Google… 

El desierto de Atacama, el desierto más árido del mundo, tenía la sensación de estar en otro planeta, por la noche los cielos estrellados son los más impresionantes que he visto nunca. Las inmensas y solitarias llanuras del Territorio del Norte en Australia donde el viento sopla a sus anchas y la tierra se junta con el cielo allá a lo lejos en el horizonte. Dormir en las selvas de Mindo, Ecuador, abrir la puerta de la tienda de campaña y ver las copas de los árboles con miles de luciérnagas iluminando la noche. El parque natural del Lauca, reserva de la Biosfera, en los Andes, a 5.000 metros de altitud con las cumbres nevadas de los volcanes Pomerape, Parinacota y Sajama. Los atardeceres en Bali. El archipiélago Langkawi en el mar de Andamán…

Ignacio Dean en el desierto de Atacama

Supongo que a más de uno se le habrán puesto los dientes largos al escuchar tu historia, pero las estadísticas nos dicen que sólo se atreverán a hacer algo similar menos de 1 de cada 10.000.000 ¿Qué hizo que tú fueras ese 1? 

Soy una persona ávida de vida, para la que el tiempo pasa volando y los días son tan cortos… Creo que es un milagro estar vivos y que el sentido de la vida es luchar por nuestros sueños, así que no quería dejar pasar la oportunidad ni esperar a que fuera demasiado tarde.

Este viaje nace desde el amor y la pasión, nunca creí que hiciera falta caer enfermo o atravesar un proceso traumático para darse cuenta de que estamos en este mundo de paso.

Supongo que mis circunstancias personales como haber vivido en más de veinte lugares diferentes a lo largo de toda mi vida, haber hecho deporte, trekking y rutas a pie desde pequeño o ser una persona desprendida y desarraigada ayudan a tomar este tipo de decisiones. Me encanta viajar, la aventura, los retos… Además, soy una persona comprometida y sentía la necesidad de aportar mi grano de arena para hacer del mundo un lugar mejor. Con esta empresa quise lanzar un mensaje urgente de conservación de la naturaleza y el planeta Tierra, nuestro hogar.

Supongo que este viaje ha sido una demostración de cómo una persona normal, cualquiera de nosotros, puede conseguir lo que se proponga por imposible que parezca.

Entiendo que un tema importante a la hora de planificar el viaje era tu seguridad, ibas a pasar por países con un alto índice de criminalidad, muchos con conflictos… ¿Cómo te has manejado en este aspecto? ¿En algún momento temiste por tu vida? 

La seguridad es uno de los factores principales a la hora de trazar el itinerario. Hay un período de planificación de 9 meses antes de comenzar esta expedición durante los cuales estudié la ruta, contacté con embajadas, me puse todas las vacunas necesarias… Una vez en marcha, antes de cruzar una frontera y entrar a un nuevo país, investigo en qué situación política y social se encuentra, qué ecosistemas tengo que atravesar, qué peligros como fauna y enfermedades me voy a encontrar, delincuencia…Viajar a pie, más aún cuando vas solo, sin compañía ni coches de asistencia como ha sido mi caso, obliga a extremar las precauciones porque un pequeño error te puede salir muy caro. De hecho, percances como un atraco que sufrí en Lima o cuando contraje la fiebre chikungunya en México me ocurrieron cuando bajé la guardia y me relajé. En El Salvador y México intentaron asaltarme varios tipos armados con machetes, atraviesas regiones donde caminar no es un placer, y llevas un constante estado de alerta y tensión que en ningún momento consigues relajar. Así que mucha planificación de las etapas, un instinto de supervivencia que va aflorando a lo largo de todo el viaje y que es la única manera de sobrevivir y tratar de mantener la calma para que no te atenace el miedo son claves para continuar adelante.

Comentas que de presupuesto no ibas muy bien y ni tan siquiera podías cuidar tu alimentación, siguiendo una dieta que asustaría a cualquier deportista que quisiera hacer algo parecido por las pocas calorías que contenía, por no hablar de otros nutrientes.
¿Cómo te las arreglabas?

Este viaje ha sido un constante empujar los límites, resulta increíble comprobar el tremendo potencial que tenemos física y mentalmente los humanos. Ha habido días que me ponía en camino en ayunas, otras me acostaba sin cenar, realizando jornadas maratonianas alejado, no sólo de la alimentación idónea, sino del confort y las comodidades de las que disfrutamos en occidente como una ducha, una cama o una lavadora.

La base de mi alimentación ha sido la fruta que es fácil de conseguir en casi todos los países, tiene glucosa, fibra, hidrata y suele ser barata.

He comido la gastronomía tradicional de cada región como tajin, dhal, akan bakar, ceviche…cosas raras como ranas, saltamontes, cactus…y he llegado a estar días racionando la comida o incluso sin comer en zonas desérticas y despobladas. La verdadera fortaleza ha de ser la mental: fe, convicción y espíritu de superación son el mejor alimento para mover el organismo y realizar proezas inimaginables. Algo difícil de entender en una sociedad cegada por el consumismo y la comodidad.

IgnacioDean_Ecuador

Las diferentes culturas que has atravesado son todas tan distintas que seguro que has aprendido lecciones muy valiosas. Y quizás lo mejor de todo, es que en el fondo somos todos en esencia iguales… pero una cosa es decirlo y otra entenderlo ¿verdad? ¿Qué opinas? ¿A qué conclusiones has llegado en este sentido?

En el más allá, el mundo de las ideas, somos todos distintos, todos creemos empuñar la razón, tener la verdad y discutimos en nuestra particular torre de Babel. Pero en el más acá, el mundo real, el de las acciones, somos todos iguales:

…necesitamos comer, descansar y ser felices en compañía de los nuestros.

A veces tenemos una imagen distorsionada de la realidad, creemos que todo son malas noticias, guerras, asesinatos, da miedo salir de casa, abandonar nuestro país…pero no es así. Como he dicho antes, caminar es el medio de transporte más lento y expuesto que existe, si la humanidad fuera mala mi viaje hubiera sido imposible. Es un privilegio comprobar como en todos los lugares, independientemente de su nacionalidad, ideología o religión, la gente me ha tendido una mano y me ha sentado a su mesa como un miembro más de la familia.

Caminar 50-60 km al día de forma casi ininterrumpida cada día, así durante tres años… ¿Qué actitud hay que tener para no llamar a casa y decir… “enviadme un billete de vuelta”?

Qué duda cabe de que has de estar en tu camino, haciendo lo que te gusta y apasiona. Un viaje así comienza cuando sientes que es algo inevitable, la única opción posible, algo que me estaba esperando desde siempre. Hay que tenerlo muy claro, si no en cuanto pasas unas penurias te vuelves a casa porque estás más cómodo en el sofá viendo una película. También hay que tener un espíritu aventurero, con capacidad de superación, de adaptación a entornos y circunstancias en constante cambio, y un gusto por la incertidumbre y la novedad, por las dificultades, por buscar tus límites y ponerte a prueba…hasta el punto que mi zona de confort es estar fuera de la zona de confort.

En los momentos flojos, da mucha fuerza saber que lo que estás haciendo sirve para algo, tiene una trascendencia, el mensaje medioambiental al que he dedicado este reto. Y, por supuesto, el ejemplo de miles de héroes anónimos que hay en el mundo luchando por sobrevivir en una guerra, superar una enfermedad o sacar una familia adelante, verdaderos ejemplos de coraje y valentía que me hacen sentir que no tengo excusa para dar lo mejor de mi mismo cada día. De todas formas, en esta aventura no sólo hay dificultades, también hay grandes recompensas.

Me llamó la atención cuando atravesaste los 4.000 km de Australia, con el peligro de, en un país tan desértico y con tantos cocodrilos, ser devorado por uno. Parece ser una de las partes más difíciles del viaje, después de caminar por lugares tan poblados como Europa y Asia. ¿Es así? ¿Cómo recuerdas aquella travesía?

Atravesar caminando Australia fue la aventura libre y salvaje que yo esperaba de este viaje. Tuve que recorrer más de 4.000 kilómetros en menos de 3 meses, que era el tiempo concedido en mi visado, lo que me obligó a realizar etapas de 50 kilómetros todos los días sin excepción y en cualquier circunstancia para poder completarla. Varias de las especies más venenosas del mundo de serpiente y araña habitan en este territorio. Todas las mañanas debía mirar debajo de mi tienda de campaña y entre mi material para comprobar que no se hubiera metido ninguna. Larguísimas distancias sin poblaciones ni puntos de avituallamiento, lo que me llevó a tener que cargar hasta 70 kilos de peso con agua y comida para poder sobrevivir en autosuficiencia. Varias noches me despertaba en mitad de la madrugada con dingos aullando alrededor de mi tienda de campaña… Te vas «asalvajando», conectando con la naturaleza acostumbrado a pasar 24 horas al día a la intemperie, se va despertando en ti un instinto de supervivencia y va aflorando esa parte más animal. Comencé en Darwin el 21 de abril de 2014 afeitado, aseado, con zapatillas nuevas y llegué a Sidney a los 87 días de travesía con sabañones en las manos, la ropa raída y la barba de un náufrago.

Ignacio Dean en Australia

Al entrar en la India podemos respirar el ambiente, la desidia, el dolor, los escupitajos marrones, y otras tantas cosas que describes con tanta crudeza. Supongo que no es lo mismo hacerse un viaje a la India al estilo “Europeo” que atravesarla a pie sin presupuesto. Parece ser un país de contrastes ¿qué aprendiste?

Sólo recorrer a pie la India podría constituir un libro o una película. Fue uno de los países más difíciles en mi travesía por las condiciones ambientales tan duras, donde satisfacer necesidades básicas como comer, encontrar un lugar para dormir cada noche o no enfermar son un verdadero reto. Nada más llegar a la India recibes como una bofetada la realidad de miseria, gente harapienta tirada por las calles, ruido, humo y una atmósfera ensordecedora que va embotando tus sentidos. Una cultura enigmática con una sociedad de castas y una religión, el hinduismo, con dioses con cabeza de mono y elefante hacen que tengas la sensación de estar en un sueño. Cuando llegué, un pensamiento asaltó mi mente: ¿cómo voy a recorrer este país caminando? Te vuelves muy práctico, anteponiendo tu salud y la viabilidad del viaje a cualquier otra circunstancia. Tras algo más de un mes atravesando regiones muy rurales de aldeas y cabañas de bambú, cruzaba la frontera con Nepal y me despedía de India con la sensación de necesitar al menos un año en el país para enterarme de algo.

En tu libro cuentas muchísimos momentos en los que personas con pocos recursos te han ayudado y echado una mano a lo largo de tan épica hazaña. Supongo que a uno se le tiene que caer al suelo cualquier síntoma de orgullo. 

En primer lugar, tienes que ser lo suficientemente poco orgulloso como para dejarte ayudar. Recibes una verdadera lección de humildad al comprobar cómo en países donde tienen poco, comparten contigo todo lo que tienen, te sientan a la mesa como un miembro más de la familia y te ofrecen la única cama del hogar para que duermas tú. Además, vivimos en una cultura etnocentrista que cree ser superior a las demás. Cuando viajas a pie y solo, lejos del ecosistema en el que estás acostumbrado a vivir, si hay alguien vulnerable y desprotegido, en una posición de inferioridad, ese eres tú. Así que has de extremar las precauciones, mimetizarte con el entorno y dejarte ayudar.

Hacer un viaje así tiene que cambiarte por dentro, para siempre ¿qué ha cambiado ahora?

Atraviesas países budistas, cristianos, hindúes, cristianos, de derechas e izquierdas…Descubres que el ser humano necesita creer en algo y que en lo que uno debe creer antes que nada es en sí mismo. Tenemos el poder de crear la realidad y escribir la historia, no hay frontera más infranqueable que la que nos impide creer en algo.

Te vuelves una persona más consciente de quién eres, de lo que quieres, de lo valioso que es el tiempo y el milagro que es estar vivos.

Imagino que la espiritualidad, esa dimensión humana tan olvidada a veces, habrá estado muy presente en tu viaje, especialmente en los momentos más difíciles ¿Qué aprendizajes has tenido en este aspecto? 

Todo lo que aprendí en mi viaje lo puedo resumir en dos palabras: Amor y Gracias.

Si aprendes a vivir con poco, a ser una persona desprendida y agradecida, la vida va poniendo en tu camino todo lo que necesitas.

Quizás sea llegar demasiado lejos, pero es posible que, al igual que Shackleton en su travesía antártica sintió que había alguien a su lado haciendo lo mismo, a quien no pudo definir, tú también hayas vivido momentos intensamente espirituales, paradójicos, mágicos. ¿Fue así? ¿Podrías citar alguno? 

 Caminaba por un tramo de carretera muy largo y solitario en El Salvador, entre las poblaciones de San Miguel y Usulután, cuando dos tipos armados con machetes me asaltaron en el camino. Me dijeron: “Para ahí, higüeputa y danos lo que llevas”. Yo les respondí: “No os voy a dar nada”. Se quedaron tan sorprendidos de mi respuesta que se quedaron quietos, inmóviles, mientras yo pasaba a su lado vigilando mi espalda para que no me atacaran y me alejaba raudo rumbo a la población más cercana. Esa región del planeta es muy peligrosa por la existencia de las maras, bandas criminales para las que la vida no vale nada. Yo no sé si habló la valentía o la temeridad, si fue mi buena suerte o tal vez creyeron que iba armado con una pistola, pero a lo largo de este viaje he vivido momentos peligrosos que he ido solventando y de los que he salido ileso con la sensación de tener un aura protectora, un estado de gracia, algo superior que ha velado por mí.

Ignacio, el viaje cambia al viajero, y este viaje no es cualquiera… ¿Qué harás ahora? O ¿qué estás haciendo?, ¿a qué te dedicas?

 Acabo de escribir un libro narrando mi aventura, se titula Libre y Salvaje y lo he publicado con el sello Zenith de la editorial Planeta. Imparto charlas y conferencias compartiendo las experiencias y aprendizajes de un viaje así. Y ya estoy preparando el siguiente reto que haré público en los próximos meses.

Además de leyendo tu libro (algo que vamos a hacer todos), ¿dónde podemos saber más de ti, verte, conocerte, escucharte? 

A través de mi web: earthwidewalk.org y de las redes sociales (Facebook: deanmouliaa, Twitter: @deanmouliaa, Instagram: deanmouliaa).

O simplemente poniendo Ignacio Dean en Google.

libro vuelta al mundo

 

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3 comentarios en “Entrevista a Ignacio Dean: La vuelta al mundo… ¡a pie!”
  1. Muy interesante el artículo. Yo vivo en Ecuador, y me dio alegría que lo nombre como uno de los sitios que más le gustaron. Les invito a conocerlo!

  2. Una entrada la de hoy, magnética, atrapa desde la primera línea despojándonos de prejuicios y proponiendo nuevos retos.
    Gran entrevista.

  3. Muy interesante, no conocía a Ignacio ni su viaje. Me conforta saber que efectivamente toda la Humanidad es buena, y que ha encontrado héroes anónimos.

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