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La conciliación es un tema del que se hablaba mucho y en los últimos años hemos oído hablar menos. Parece que con la que está cayendo, uno se debe contentar con el mero hecho de tener un empleo, y lo de conciliar ya es harina de otro costal (de hecho cuando ponemos «work-life balance» + «harvard business review» en google nos aparecen en primera página más artículos cuestionando la conciliación que apoyándola). Ayer pensé en escribir este post mientras hacía un coaching de equipos a un equipo directivo al que también le cuesta conciliar, así que no quería que se me pasara el día sin escribirlo.
Nos movemos por prioridades y parece que cuando hay escasez de ofertas de empleo, lo de conciliar ha pasado a un segundo plano. Incluso tiene sus detractores. Aunque yo voy a poner mi granito de arena.
Es curioso como poco a poco cada vez somos más trabajólicos, y como cada vez nos cuesta más desconectar y poner límites a todas las demandas del exterior, nos cuesta ser asertivos. Parece como si un ente, diabólico y misterioso, en algún lugar le hubiera dado a la tecla de «más velocidad», y así vamos todos… estresados, como pollo sin cabeza.
Cuando no conciliamos, estamos perdiendo nuestras prioridades, estamos poniendo lo primero (familia, salud) en segundo plano. Para lograr la conciliación, para mejorar nuestro disfrute en el trabajo, hay que poner límites.
Repito: Para conciliar hay que poner límites. ¿A qué me refiero? Todos hemos visto como han descendido los accidentes de tráfico desde que se ha instaurado el carnet de conducir por puntos. ¿Cuál ha sido la clave? Esa misma, poner límites. Si conduces con exceso de velocidad considerable retirada de carnet, si bebes demasiado retirada de carnet…
En nuestro día a día laboral no debemos instaurar un sistema de puntos para tener una mejor conciliación, pero sí podemos empezar a crear ciertas normas informales dentro de la empresa sobre el uso del tiempo y sobre la racionalización de horarios. En una sociedad que valora y reconoce el que envía un email desde su casa a las 23h o el que se queda a trabajar hasta las 21h, tenemos mucho que cambiar para conseguirlo.
Algunos ejemplos que me vienen a la cabeza sobre empresas que han puesto límites son muy gráficos:
-Empresa fabricante de coches (Alemania). A partir de las 5 de la tarde hay que apagar el teléfono del trabajo. Si llamas a alguien fuera de ese horario se considera una falta de respeto.
-Multinacional telecom inglesa. Si envías un email fuera de tu horario de trabajo hay algo que estás haciendo mal. Alguien te llamará la atención
-Añadiendo a esta entrada uno de los comentarios de este post, en los ordenadores de la ONCE, a partir de cierta hora te sacan un muñequito en pantalla que te dice algo de estilo de “¿no estarías mejor en otro sitio a estas horas? (gracias Pablo)
En ocasiones nada mejor que empezar a crear este tipo de normas no escritas para que las personas empecemos a tomarnos en serio algunos temas. Cuanto todos empezamos a pensar que esa es la norma, ajustamos nuestra forma de trabajar para cumplir con la norma. ¿Por qué salir a las 19-20h de trabajar pudiendo hacerlo a las 17:30h?,
- ¿Por qué no apagar las luces de toda la oficina a la hora de salida?
- ¿Por qué no llamar la atención a la próxima persona de la empresa que nos llame, envíe un email o whatsapp fuera del horario de trabajo?
Si no cumples con tu trabajo en el horario establecido algo falla. Quizás tenemos que pasar de un sistema que valora la presencia en el trabajo (cuantas horas hacemos), a otro que valora la productividad (los resultados que somos capaces de obtener en nuestro horario). Seguiremos poniendo granitos de arena…
Y tú ¿qué harías para mejorar la conciliación? Espero tus comentarios.
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